martes, 8 de diciembre de 2009

La Batalla de Las Palmas. El ataque de Francis Drake a Las Palmas de Gran Canaria.


Eran arcabuceros y piqueros,
Y jinetes de costa valerosos,
Cuarenta ingleses matan los primeros,
Retirando los otros temerosos.
Conocidos del Draque sus accesos,
Y los pasos del puerto peligrosos,
Volvió la espalda e hízose a la vela
Que allí no le valió fuerza o cautela.
(La Dragontea, Lope de Vega)


   Los versos de La Dragontea del conocido poeta Lope de Vega ilustran a la perfección el heroísmo que desplegaron los isleños en la defensa de la isla de Gran Canaria, cuando los piratas Francis Drake y John Hawkins al mando de una poderosa flota compuesta por 27 buques y más de 2.500 hombres se presentaron en la bahía de Las Palmas con claras intenciones de poner su bandera en la ciudad.

ANTECEDENTES HISTORICOS

   En 1587 la Reina Católica de Escocia, María Estuardo es ejecutada. Felipe II, que llevaba preparando un ataque de castigo a Inglaterra, encontrando la excusa necesaria, ordenó el ataque. El Marqués de Santa Cruz y el Duque de Parma prepararon los planes de invasión en la operación combinada, la Armada Invencible estaba dispuesta. Estas noticias alarmantes llegaron a Londres. La Reina ordena a Drake armar rápidamente una flota y zarpar hacia España con el objetivo de destruir todos los barcos españoles que pudiera. Drake partió con 23 barcos y 2.000 hombres, por el camino se enteró de que la flota española aguardaba en Cádiz, sin pensarlo dos veces puso rumbo al sur, entró en la bahía de Cádiz por sorpresa y logró destruir o dañar seriamente a los barcos que allí estaban anclados. Por la mañana descubrió el barco del Marqués de Santa Cruz, Jefe Supremo de la flota capturándolo y destruyéndolo. Finalmente abandonó con sus naves la bahía de Cádiz sin pérdida alguna.


   Esta atrevida acción retrasó un año los planes de Felipe II contra Inglaterra. En 1588 finalmente la Armada se hace a la mar con los resultados por todos conocidos. Cuando la Gran Armada española llegó a las costas de Inglaterra, participaba Hawkins como Jefe de Escuadra de en la flota inglesa a las órdenes de Lord Howard de Effingham, Gran Almirante de la Flota de Altamar. Tras esta empresa Hawkins expresó su deseo a la Reina de retirarse en 1589. Sin embargo, dado el peligro que suponía Felipe II que a pesar del desastre sufrido ya estaba preparando una segunda Invencible para invadir Inglaterra, tuvo que continuar en activo con casi sesenta años.

   En 1595, enterada Isabel I de las dificultades económicas por las que pasaba Felipe II, a quien los banqueros habían retirado el crédito, acepta un plan propuesto por Francis Drake de enviar una poderosa flota a Panamá y destruir la ciudad de Nombre de Dios, donde se solía reunir el tesoro para su embarque hacia España. La importancia de esta empresa y su desconfianza sobre la obediencia de Drake obliga a Isabel a tomar la decisión de nombrar un mando compartido y para ello designa al ya cauto y cansado John Hawins para compartirlo con su discípulo y pariente Francis Drake.

   Mientras la Reina decide la salida, llegan noticias de que el buque principal de la flota del Tesoro está en Puerto Rico, lleno de plata y desmantelado por un temporal. La escuadra inglesa sale inmediatamente con las órdenes concretas de hacerse con el cargamento en San Juan de Puerto Rico y luego destruir Panamá y regresar a Inglaterra lo más pronto posible, ya que aún se temía un ataque a la propia Inglaterra. Nada más hacerse a la mar la flota en Plymouth, comienzan las diferencias entre Drake y Hawkins, que tanta importancia tendrían para el desenlace de la expedición.

   La Reina había aportado seis de sus mejores barcos: Garland y Defiance, gemelos del Revenge pero nuevos, el Buenaventure, Hope, Foresight y Adventure. El resto de la flota la componían mercantes, naos, hulks y pataches pertenecientes a comerciantes y compañías privadas.

   Como Coronel General del Ejército fue nombrado Thomas Barkerville, quien había demostrado su valía y llevaba consigo a tres valientes oficiales: sus dos hermanos Nicholas y Arnold y el joven Sir Nicholas Clifford.

   La fama de Drake de enriquecer a sus marineros es tal que a esta expedición se apuntan miles de voluntarios, y Drake toma algunos más de los autorizados. Esto da lugar al primer enfrentamiento de los dos jefes. A poco de dejar el Canal, Drake convoca a Consejo de Guerra en el Defiance donde expone sus quejas que consistían en tener más hombres en su escuadrón que Hawkins, a lo que éste contestó que si Drake se lo “rogaba” él los aceptaría en sus barcos. Drake, orgulloso, no aceptó la oferta.

   La segunda reunión la tuvo Hawkins sólo con aquellos capitanes que habían tenido nombramiento real, y en ella comunicó el objetivo de la escuadra, que era conseguir el tesoro español. Esta información secreta pasó a ser “vox populi” entre la tripulación y produciendo en Drake otro resentimiento por no haber sido informado. Una semana más tarde, y cuando la flota se encontraba a la altura de Lisboa, Drake llama a Consejo General a bordo del Defiance y propone que antes de ir a Indias se atacase a Madeira o a Gran Canaria. Hawins se enfurece, si Drake necesita agua u otras provisiones, él se las daría, pero el primer destino es Puerto Rico y no cumplir estas órdenes era una temeridad. Ambos almirantes casi llegan a las manos y sólo el paciente Baskerville permite que los ánimos se pacifiquen. La reunión se pospone hasta el día siguiente en la Garland donde Hawkins recibe al Consejo.


   La discusión continúa, pero Drake logra convencer a los oficiales que el ataque a Gran Canaria es la mejor solución. Hawkins acepta de mala gana. Las palabras entre ellos abren una brecha de malos sentimientos que repercute en el resto de oficiales. La mañana del 6 de octubre, casi al mes de haber salido de Plymouth, la escuadra anclaba a tiro de cañón de un fuerte situados al final de un alto y largo promontorio de la bahía de Las Isletas en Gran Canaria.

LAS DEFENSAS DE LAS PALMAS

   En 1595, la ciudad de Las Palmas contaba con más de un siglo de existencia, pues había sido fundada el 24 de junio de 1478 por los conquistadores españoles que incorporaron la Isla de Gran Canaria a los territorios de los reyes de Castilla. Lo que originariamente constituyó un simple asentamiento militar, en 1595 se había convertido en una ciudad capital, centro de una incipiente concentración de instituciones políticas así como de una importante actividad económica fundamentada en la exportación de caña de azúcar y en la fabricación de melazas para la exportación. Si bien la población hacia la década de 1590 no supera los cuatro mil habitantes, se crea por Real Cédula de Felipe II la Capitanía General de las Islas Canarias, se trata de un virrey con otro nombre que concentra el mando político, militar y judicial. Esta decisión de la Corona se explica en el marco de la reciente derrota de la empresa militar de la Armada Invencible contra Inglaterra.

   Torriani hace una sintética descripción de Las Palmas que nos permite hacernos una inmejorable idea de la ciudad en aquellos tiempos: “la ciudad es pequeña, solo de ochocientas casas. Descendiendo hacia el mar por el este, la atraviesa un pequeño río que sale entre dos montañas áridas que está a sus espaldas, la una a la mano derecha es llamada San Francisco, la otra menor a la izquierda Santo Domingo. El puerto está a unas tres millas de distancia en dirección norte, y en aquella parte el campo es arenoso y los montes cercanos desnudos y tétricos. En la parte del mediodía está una campiña fértil, con un pequeño castillo redondo (la torre de San Cristóbal) llamado de San Pedro Mártir que guarda una cala que está a su pie. La muralla roja en dirección norte es un lago lienzo de muralla, con dos baluartes en los extremos, el que está cerca del mar se llama Santa Ana. Hacia mediodía, la muralla es otro lienzo igual, que fue empezado para la defensa de la ciudad por aquella parte”.

   Sin duda el más importante edificio militar de la ciudad era el castillo de la Luz o fortaleza de las Isletas. Era el pilar defensivo de la ciudad ante los ataques exteriores, que en un alto grado de probabilidad provendrían de naves que arribasen a la bahía de la luz. Desde la fortaleza se batía toda la bahía y se dificultaba notablemente cualquier desembarco. La guarnición la componía cincuenta hombres que se turnaban de día y de noche en los tiempos de paz.

   Además de las murallas de la ciudad ya citadas, el otro bastión defensivo de Las Palmas lo constituía la todavía existente torre de San Cristóbal, entonces llamada de San Pedro Mártir. Situada al sur de la muralla del Mediodía.

   El otro torreón era el de Santa Ana, situado al extremo de la muralla Norte, en la ribera. En el interior tenía un alojamiento para el castellano y otras dependencias pequeñas para la guarnición, depósito de pólvora, etc.

   Se pensaba en un proyecto de mucha más envergadura que todo lo anterior, erigir una fortaleza en el cerro de San Francisco. Este proyecto quedaría pendiente hasta el siglo siguiente.

   El estado de las fortalezas y de la artillería de que disponían es bien conocido. En el Castillo de la Luz habían once piezas, el fuerte de Santa Ana disponía de siete piezas, mientras que el de San Pedro tenía cuatro piezas pequeñas. Los artilleros que las servían estaban pagados por el Cabildo de la Isla, quien estaba obligado además a la compra y mantenimiento de dichas armas.

   En abril de 1595 toma posesión como Gobernador Militar de la Isla el veterano militar Alonso de Alvarado y Ulloa que venía acompañado por su lugarteniente civil Antonio Pamochamoso.


EL ATAQUE DE DRAKE


   La escuadra inglesa arribó a Las Palmas en la madrugada del 6 de octubre. Una vez decretada la alarma, Alvarado decide de inmediato que la mejor táctica contra los invasores es impedir que desembarquen en las playas. De lo contrario, la superioridad militar aparente de aquella flota de la que no sabían su nacionalidad, significaba derrota segura.

   Hubo diferencias entre el Gobernador y el Regente de la Audiencia, pues este último a la vista de la imponente flota consideró que la mejor defensa era encastillarse tras las murallas y resistir allí la embestida. Sin embargo prevalece el criterio del Gobernador Militar. Una vez que se distribuye a las tropas en los distintos puntos de la marina, listas y preparadas para el combate, éste comienza a las doce del mediodía, cuando los ingleses abren fuego cañoneando a las tropas apostadas en la costa. La fortaleza de Las Isletas cañonea débilmente pues su Alcaide quería reservar los tiros para una ocasión más propicia.

   Antes, a las once de la mañana se adelantó de la Armada fondeada, una pequeña carabela de reconocimiento, sondearon el fondo y colocaron unas pequeñas boyas señalando las rocas para facilitar el desembarco. El teniente de Gobernador Pamochamoso mandó una lancha desde la caleta de Triana pero no dio tiempo a retirar las balizas pues ya algunos barcos ingleses avanzaban hacia tierra, precedidas por unas 47 lanchas de desembarco.

   Las lanchas inglesas se aproximan a la playa en la caleta de Santa Catalina, disparando constantemente sus armas de fuego, pero la arcabucería y los cañones españoles les hacían retroceder. Intentaron tres veces poner el pie en tierra, siendo rechazados sin conseguirlo, pues cuando fueron llegando las lanchas a la playa los canarios, saltando desde sus trincheras, se abalanzaron sobre ellas con el agua hasta la cintura volcando numerosos botes y matando e hiriendo a gran número de soldados ingleses. La acción de la artillería de campo, apostada en la ribera fue singularmente eficaz ese día, bajo la experta dirección del cabo Negrete, pues tirando primero a bala rasa a los navíos y lanchas en formación y disparando más tarde verdaderas rociadas de saquillos de bala de mosquete, al aproximarse las lanchas a tierra, sembró la confusión y la muerte por doquier e hizo imposible el objetivo primordial de Drake. Viendo éste el desastre, comienza a darse cuenta de su temeridad y a reconocer las razones de Hawkins, que veía desde su barco con escepticismo los intentos de su Coalmirante. Baskerville insiste ante el Almirante Drake para que le conceda cuatro días más para conquistar la ciudad, pero Drake desiste y argumenta que lo principal es Puerto Rico, poniendo rumbo sur.

   El Castillo de Santa Ana, situado en la caleta de San Telmo, tuvo una acción muy destacada, cañoneando y averiando a cuatro naves enemigas que con rumbo sur se alejaban al fracasar el desembarco. Se calcula que en total murieron cincuenta hombres y cinco naves quedaron con graves desperfectos, por el contrario los defensores sufrieron pérdidas de poca consideración.

   La flota derivó hacia el sur y fondeó un día en la rada de Arguineguín con la intención de hacer aguada. “necesitando los ingleses hacer aguada para proseguir su viaje, deciden hacerlo cerca de Arguineguín. Mientras el General español ordenó que seis soldados siguieran la navegación de los barcos por la costa, para si desembarcaban a tomar leña o agua, poderles coger algún prisionero que diese cuenta del origen y propósitos de aquella armada”. El 7 de octubre los seis soldados a quines se les habían unido algunos pastores canarios, observaban escondidos los movimientos del enemigo. El domingo 8 Drake desembarcó con 500 tripulantes, hizo levantar su tienda y pasó el día disfrutando de las delicias del otoño canario, bañándose en la playa y tocando música. Pero al subir la marea el capitán inglés Greminston, que iba en un bote con diez soldados desembarcara algo alejado de la cabeza de playa. Los canarios cayeron en tromba sobre ellos y a base de palos y pedradas dejaron a nueve muertos y huyeron con los dos restantes hechos prisioneros. Entre los muertos estaba el capitán inglés. Este ataque imprevisto obliga a Drake a reembarcar sus tropas precipitadamente ante el temor de un ataque en masa, abandonando Gran Canaria aquella misma noche con dirección a la Gomera, donde acabó la provisión de agua sin ningún incidente.

   Los prisioneros suministraron información sobre quienes eran los atacantes y sus intenciones lo que permitió enviar un velero ligero a Panamá para prevenir a sus defensores. Ello dio lugar al fracaso de los varios ataques que llevó a cabo la Armada británica a dichos puertos, entre ellos al de San Juan de Puerto Rico. En las afueras de éste falleció, a bordo del Garland, el pirata John Hawkins, a consecuencia de una epidemia que se había declarado en la flota.


MAL ACABA LO QUE MAL EMPIEZA.

   A pesar de este suceso Drake continuó con sus planes de intentar capturar el tesoro Almacenado en San Juan, pero fue rechazado una vez más, con grandes pérdidas. En vista de lo sucedido, la Armada puso rumbo a Panamá, atacando Río de La Hacha y Cartagena de Indias. Drake ordenó desembarcar en Nombre de Dios pero no encontró tesoro alguno. Efectuó un nuevo desembarco en el istmo de Panamá para tratar de hacerse con el tesoro que transportaban las reatas de mulas, sin lograrlo.

   La disentería se había propagado con rapidez entre los tripulantes de los barcos. El 28 de enero de 1596, el pirata Francis Drake falleció a bordo del Defiance víctima de dicha enfermedad. Su cuerpo fue lanzado al mar en un ataud de plomo en las cercanías de Puerto Bello, Panamá.

   Baskerville, consciente de su incapacidad de continuar la misión encomendada, decide regresar a Inglaterra con las ocho naves que le quedan de las veintiocho que salieron de Plymouth en septiembre de 1595. El desastre llena de luto a Inglaterra. Drake, independientemente de su gran error al no dirigirse directamente al Caribe, pagó caro el desconocimiento que tenía de las fortificaciones y refuerzos que Felipe II había efectuado en los últimos años en todos sus dominios.

   La paz con Inglaterra no se consiguió hasta la muerte de Isabel I, a quien sucedió en el trono el Rey Jaime de Escocia, hijo de María Estuardo, que unió las coronas de Escocia e Inglaterra.

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