miércoles, 30 de diciembre de 2009

Composición nº1. Jackson Pollock




COMPOSICIÓN Nº 1.


Autor: Jackson Pollock.
Cronología: 1950.
Localización: Museo de Arte Moderno de Nueva York.
Estilo: Expresionismo Abstracto.
Tipo de obra: Pintura acrílica sobre tela. 5’30 x 2’69 m.


Descripción de los elementos que se observan en la obra atendiendo a un vocabulario específico (pictóricos, materiales, técnicas, composición y organización, etc).

Pintura acrílica sobre tela, de grandes dimensiones: 2'69 x 5'30 m. La tela está completamente cubierta de color, un horror vacui característico de la obra de Pollock y que el propio autor denominó all-over, llamado así porque llena toda la superficie del soporte y evita la existencia de un único centro de atención. Para su creación se ha utilizado una técnica muy particular llamada dripping (del inglés: drip, gotear) y que consiste en dejar que el color gotee sobre la tela desde un contenedor agujereado o salpicado directamente con las manos mediante el uso de bastones o brochas (splashing). Es una técnica pictórica característica del Action Painting, que consiste en salpicar un lienzo con pintura de manera espontánea y enérgica, sin un esquema prefijado, de forma que el cuadro se convierte en espacio de acción y no en una reproducción de la realidad. El principal elemento de esta técnica es el movimiento o la acción del pintor con relación al aspecto físico de la pintura, en conjunto con la superficie donde trabaja. Pollock no emplea caballete sino que coloca la tela directamente sobre el suelo para poder estar literalmente dentro de la pintura y de esta forma se desplaza sobre su superficie lanzando pintura o moviendo botes agujerados por los que gotea pintura. Tampoco empleaba pinceles o paleta sustituyéndolos por varillas o cucharas.

Emplea los colores tal y como salen del bote y utiliza colores puros: blanco y negro sobre un fondo de ocres y grises, con los que forma líneas que se curvan unas sobre otras en un extraño arabesco. Marcadamente transparentes a pesar de las muchas capas de color. No hay un motivo especial que centre la vista del espectador, es una obra que se debe disfrutar íntegramente, reemplazó la idea convencional de composición por otra que eliminaba los puntos de fuga, comprime el espacio y lo priva de perspectiva. No hay jerarquía de las formas y la pintura es un continuo que se podría expandir más allá de los límites del lienzo. Este cuadro muestra una intensidad inmensa gracias a la rapidez y a la energía de su ejecución que es palpable en el cuadro. Como no podía predecir el aspecto final de los cuadros no les ponía título hasta el final del proceso creativo y aún así, para no influir en el espectador, prefería darles un número, llamarlos sin título o referirse a ellos por la fecha de creación.



Función y posible significado que encierra la obra analizada.

El propio Pollock definió su pintura de esta forma: “Mi pintura no viene del caballete. Casi nunca estiro la tela antes de pintar. Prefiero afirmar la tela sin estirar sobre una pared dura o el piso. Necesito la resistencia de una superficie dura. Sobre el piso me siento más cómodo. Me siento más cerca, más parte de la pintura, ya que de esta manera puedo caminar alrededor, trabajar desde los cuatro costados y estar literalmente en la pintura. Esto es similar a los pintores rupestres rupestres indios del oeste. Continúo alejándome de las herramientas usuales del pintor, tales como el caballete, la paleta o los pinceles. Prefiero palos, cucharas, cuchillos y gotear pintura fluida o una densa pasta de arena, vidrio molido u otros materiales inusuales adicionados. Cuando estoy en la pintura no me doy cuenta de lo que estoy haciendo, sólo después de una especie de período de acostumbramiento ver, en lo que he estado. No tengo miedo de hacer cambios, destruir la imagen, etc., pues la pintura tiene una vida en sí misma. Trato de que ésta surja. Sólo cuando pierdo el contacto con la pintura, el resultado es una confusión. Si no, es pura armonía, un fácil dar y tomar y la pintura sale muy bien”.

La obra se realiza sin un plan previo, y como el Jazz se construye conforme se ejecuta. Lo importante es la inmediatez, el acto de pintar más que el resultado final. No existe por tanto, un tema, ni un espacio determinado, ni una disposición compositiva, ni figuración. Su acción responde a un impulso libre, automático, y el resultado es un espacio puramente óptico y totalmente cubierto (all-over). La pintura es un espacio de expresión de sentimientos, pero no hay nada que descifrar.

El autor en referencia a un artículo escrito por un crítico dijo: “Un crítico ha escrito que mis cuadros no tenían principio ni final. No comprendía su sentido, ahora bien, ese era uno. Era incluso un hermoso cumplido, sólo que él no lo sabía”.





El autor
 
Jackson Pollock es el más importante pintor norteamericano del siglo y símbolo dentro del expresionismo abstracto. Nació en Wyoming en 1912. Estudia pintura en la Manual Arts High School de Los Angeles y en 1930 llega a Nueva York kpara estudiar pintura en la Art Students League. A principio de la década de los treinta sufre la influencia del muralismo mexicano a través de la obra de Clemente Orozco y y Diego Rivera. Entre 1935 y 1942 colabora con David Alfaro Siqueiros en la realización de murales en Nueva York. Realiza su primera exposición individual en la galería de Peggy Guggenheim el Art of This Century en 1943. De este período data la influencia de Picasso y el surrealismo, así como del psicoanálisis que inicia para combatir el alcoholismo. Con el tiempo toda pretensión de objetivar la distancia dio paso a un acercamiento desenfrenado a la pintura. Los caminos que tomó Pollock en busca de sí mismo, de un arte original, están cubiertos de cuadros de calidad muy diversa. Su obsesión por encontrar la verdadera originalidad le lleva en 1947 a tomar una decisión transcendental. Decide utilizar un método por medio del cual puede dar forma a su naturaleza más íntima sin hacer uso de diseños conscientes. Inspirado por Siqueiros, crea el principio del dripping y consolida la action painting. La técnica responde a sus necesidades expresivas de forma perfecta y en todos los cuadros de este período impresiona la intensidad de los trazos en los que pintura y dibujo forman un todo, dando lugar a un espacio puramente pictórico que invade la pintura entera, nace con ello la pintura all over, que rechaza los puntos de énfasis o las partes identificables del lienzo, de ahí que Pollock abandone la idea tradicional de composición, entendida ésta como la relación entre las partes. Tras un período de intensa creatividad (1947-1951) produce las black paintigs, pinturas negras, donde reaparecen extrañas figuras y retorna de nuevo al dripping. En 1950 realiza sus primeras exposiciones individuales en Europa. Destrozado por el alcohol muere en accidente de automóvil en agosto de 1956.

Localización y contexto histórico.

El Expresionismo Abstracto tuvo un gran impacto en EEUU durante los años 40-50. El movimiento marcó el cambio del centro creativo en la pintura moderna desde París a Nueva York en las décadas de posguerra.

Es un movimiento eminentemente estadounidense surgido en unas circunstancias problemáticas, el final de la Gran Guerra, el crack del 29 y la gran depresión y después la segunda guerra mundial. Esto podría explicar el contenido emocional de los expresionistas abstractos. Tras estallar la segunda guerra mundial muchos emigrados llegaron a EEUU desde Europa, entre ellos varios artistas surrealistas como Masson, Matta y Seligmann. Otros muchos siguieron su ejemplo huyendo del nazismo. Mondrian, Léger, Max Ernst, Tanguy, Miró e incluso Dalí. Es en este momento cuando Nueva York se convierte en el centro artístico mundial. El expresionismo toma de los surrealistas lo que de automático tiene el acto de pintar con sus referencias a los impulsos psíquicos y el inconsciente. Les interesó el automatismo psíquico que hiciera salir de su mente símbolos y emociones universales. Del surrealismo figurativo tomaron las formas orgánicas y biomórficas.

Pionero de este movimiento pictórico es Arshile Gorky armenio exiliado a Nueva York en 1925. Influenciado por el surrealismo sirve de puente entre la pintura europea de entreguerras y la emergente escuela norteamericana. Descubre un nuevo lenguaje formal optando por las figuras abstractas biomorfas, inclinándose a la abstracción y la espontaneidad. Tras el regreso a Europa de los exiliados al finalizar la segunda guerra mundial, la influencia surrealista se fue atenuando y el movimiento se hizo más genuinamente norteamericano. Se fue escindiendo en dos tendencias que pueden definirse como action painting y campos de color. La primera enfatiza el gesto físico de pintar y la segunda se centra en la aplicación del color en grandes áreas.

Esta pintura es la expresión de una época marcada por profundos cambios sociales y políticos, por guerras lejanas, como las de Indochina y Corea, y por la experimentación atómica. Durante la Sejunda Guerra Mundial el centro cultural artístico y comercial se desplaza desde Paris y Berlín a Nueva York, una ciudad cosmopolita, abierta a todas las influencias, que acoge a numerosos artistas vanguardistas exiliados del viejo continente. Las tendencias contrapuestas que imperan en Europa en esos años eran la abstracción geométrica y el superrealismo: será en Estados Unidos donde los pintores romperán esa polarización y crearán una pintura totalmente nueva a partir de la fusión de ambos movimientos.

Antecedentes y consecuentes de esta obra.
La posguerra afectó profundamente la sociedad americana lo que supuso la aparición de movimentos culturales como el pictórico del Expresionismo Abstracto, o el movimiento Beat en la literatura. Tanto el uno como el otro rompen con la forma tradicional de ver la sociedad.


La obra de Pollock fue un referente en el Expresionismo Abstracto, junto con otros pintores de la época desarrolló un lenguaje pictórico inédito y propio que influyó en la pintura posterior. El efecto más importante fue el desplazamiento del centro artístico de la pintura mundial a Nueva York, además influyó en movimientos pictóricos que se desarrollaron posteriormente como por ejemplo el Informalismo, que se caracteriza principalmente cuando los artistan dejan hablar a la materia. Enlucidos, arpilleras, óleos turgentes que podrían recordar las filigranas tridimensionales del dripping que emplea Pollock en sus obras.



Pollock marcó un record en el mercado del arte en el año 2006 cuando su obra “Nº5, 1948” alcalzó la cifra de 109 millones de euros.




Lenguaje estilístico al que puede adscribirse la obra.

La obra se adscribe al estilo artístico del Expresionismo Abstracto, siendo Pollock uno de sus representantes más característico.

El término fue utilizado por algunos teóricos que intentaron matizar el término con definiciones, pero no termina de ser especialmente acertado para definir el conjunto de la obra de los pintores de este estilo, pues en la práctica comprende estilos pictóricos muy diferentes, tanto en la técnica como en el tipo de expresión. Sí podemos definir algunos rasgos que son comunes:

1.- Con la abstracción. Uso de formas no extraídas del mundo visible.

2.- Enfasis en la libertad, espontaneidad y expresión personal de las emociones.

3.- Libertad en técnicas de ejecución con el fin de explorar los componentes físicos de la pintura para evocar cualidades expresivas (dinamismo, violencia, misterio, lirismo)

4.- Uso intuitivo de la pintura mediante una libre improvisación psíquica que la emparenta con el surrealismo.

5.- Renuncian a composiciones estructuradas, construidas sobre elementos discretos y segregables, que son reemplazados por grandes superficies unitarias, áreas indiferenciadas, redes u otras imágenes que aparecen en un ámbito desestructurado.

6.- Grandes áreas de color que llenan las superficies con el fin de dotar a los resultados visuales de monumentalidad y cierto poder de absorción.

7.- Uno de los movimientos dentro del expresionismo es la action painting, el uso de la pintura suelto, dinámico y elaborado con poderosos trazos que se mezclan con técnicas parcialmente dictadas por el azar como el dripping o el vertido directamente del bote.



Función y posible significado que encierra la obra analizada.

El propio Pollock definió su pintura de esta forma: “Mi pintura no viene del caballete. Casi nunca estiro la tela antes de pintar. Prefiero afirmar la tela sin estirar sobre una pared dura o el piso. Necesito la resistencia de una superficie dura. Sobre el piso me siento más cómodo. Me siento más cerca, más parte de la pintura, ya que de esta manera puedo caminar alrededor, trabajar desde los cuatro costados y estar literalmente en la pintura. Esto es similar a los pintores rupestres rupestres indios del oeste. Continúo alejándome de las herramientas usuales del pintor, tales como el caballete, la paleta o los pinceles. Prefiero palos, cucharas, cuchillos y gotear pintura fluida o una densa pasta de arena, vidrio molido u otros materiales inusuales adicionados. Cuando estoy en la pintura no me doy cuenta de lo que estoy haciendo, sólo después de una especie de período de acostumbramiento ver, en lo que he estado. No tengo miedo de hacer cambios, destruir la imagen, etc., pues la pintura tiene una vida en sí misma. Trato de que ésta surja. Sólo cuando pierdo el contacto con la pintura, el resultado es una confusión. Si no, es pura armonía, un fácil dar y tomar y la pintura sale muy bien”.
La obra se realiza sin un plan previo, y como el Jazz se construye conforme se ejecuta. Lo importante es la inmediatez, el acto de pintar más que el resultado final. No existe por tanto, un tema, ni un espacio determinado, ni una disposición compositiva, ni figuración. Su acción responde a un impulso libre, automático, y el resultado es un espacio puramente óptico y totalmente cubierto (all-over). La pintura es un espacio de expresión de sentimientos, pero no hay nada que descifrar.
El autor en referencia a un artículo escrito por un crítico dijo: “Un crítico ha escrito que mis cuadros no tenían principio ni final. No comprendía su sentido, ahora bien, ese era uno. Era incluso un hermoso cumplido, sólo que él no lo sabía”.

Cronología del período estilístico abordado.

La forma en que la abstracción toma forma en los US se denomina Expresionismo Abstracto y se concreta sobre todo en torno a Nueva York a finales de la Segunda Guerra Mundial. No es, sin embargo, un movimiento homogéneo, sino que cada artista marcha por un camino distinto. Desde la tendencia gestual y violenta, hasta otra más tranquila resuelta en capas de pintura que crean muros de colores, o a la geometría plana que abre camino a la Abstracción Geométrica. En un primer momento se vuelve hacia los mitos primitivos, tras las ideas de Jung sobre el inconsciente colectivo. El surrealismo es otra de sus raíces por su interés en el automatismo síquico. Tras esta etapa los expresionistas abstractos eliminan las referencias figurativas para quedarse con la ausencia pura de las formas (Pollock) y cambian el formato de sus cuadros utilizando una escala mural que impacta por sí misma. Mientras en Europa, el Informalismo, toma posiciones y ya no es la acción de pintar (action painting) sino la pintura, la materia misma, lo que interesa al pintor: dejar hablar a la materia.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Ataques ingleses contra Fuerteventura.

Extractado del libro “Ataques Ingleses contra Fuerteventura” de A. de Bethencourt y A. Rodríguez. Servicio de Publicaciones del Excmo. Cabildo de Fuerteventura. 1992.

“Viendo yo la gran distancia y diferencia de Armas con que yo me hallara, i para el vencimiento de mas favor de los Dibino que lo umano, les dije en alta voz a mi gente que si Dios permitiera que fuese nuestra la vitoria, los despojos y Armas y otras cosas que pudieran haver, se ofrecían dos advocaciones: Maria santísima y tres ymagenes de especial devosion en estos lugares”.

José Sánchez Umpiérrez, Gobernador de Fuerteventura.


LOS ANTECEDENTES HISTÓRICOS


   En el año 1739 Inglaterra declara la guerra a España, la llamada Guerra de la Oreja de Jenkins. En el marco de la guerra europea que implicaba a muchas naciones, el campo de acción se amplía hasta el Atlántico amenazando las colonias americanas y sobre todo al Archipiélago Canario. La situación de las Canarias las convertía en un apetecible objetivo estratégico, tal y como hacía poco había llevado a los ingleses a ocupar el Peñón de Gibraltar y la Isla de Menorca. Sin embargo las islas capitalinas ya se encontraban perfectamente pertrechadas para la defensa, como comprobaría el propio Almirante Nelson en 1797 al intentar ocupar la Isla de Tenerife que dejó un brazo en el intento.

   Por estos motivos se fija como objetivo la isla de Fuerteventura. Esta isla llana con una amplia costa de suaves playas de arena que invitaban al desembarco, se encontraba además prácticamente indefensa. No habían fortificaciones, no había artillería de costa y ni siquiera habían armas de fuego en la isla. Las poblaciones eran distantes unas de otras y con poca densidad de población.



   Los primeros episodios son encuentros entre naves corsarias inglesas y balandros comerciales que arribaban a la isla. La ausencia de defensas hace que estas presas sean capturadas con una facilidad increíble, lo que motiva a los corsarios a emprender acciones más osadas.

   El 11 de octubre de 1940 una balandra inglesa penetra en el puerto de Gran Tarajal y apresa el barco Fandango que se encontraba varado en puerto. La facilidad con que se ejecutó esta acción le permitió al día siguiente arribar al puerto de Las Playas donde desembarcó los prisioneros que había capturado hasta entonces. Con un amplio botín y dos barcos y una balandra apresada el corsario puso rumbo a Funchal (Capital de Madeira) donde vendió la mercancía incautada.

EL ATAQUE A TUINEJE



   Al día siguiente fue avistada en las inmediaciones de Gran Tarajal otra nave inglesa. La nave arribó a puerto y desembarcaron unos 50 hombres pertrechados con escopetas, pistolas y granadas. Al amparo de la noche se encaminaron al interior de la isla rumbo a Tuineje. Pronto perdieron el rumbo y arribaron al caserío de Casilla Blanca donde capturaron a unos labriegos con el fin de que les guiaran hasta Tuineje. Sin embargo aprovechando la confusión desde el caserío fueron despachados varios mensajeros hasta la propia villa de Tuineje y al Gobernador de la Isla Sánchez Umpiérrez que se encontraba pasando unos días en el caserío de Los Arrabales, a unos 25 kilómetros de distancia. Los avisos llegan a Tuineje al mismo tiempo que los ingleses lo que permite que muchos habitantes consigan huir al amparo de la noche. Sin embargo los corsarios consiguen apresar a siete paisanos con los que entraron en la Iglesia con el fin de saquearla. Allí robaron los cálices, la plata y varios objetos del culto, además profanaron la imagen de la Virgen lo que produjo una enorme indignación entre los prisioneros. Mientras tanto las milicias se fueron reuniendo a lo largo de la noche, repescando a los huidos y despertando a los hombres en los pagos cercanos. Al amanecer los ingleses vieron a dos destacamentos de isleños acercarse al pueblo, y por desconocimiento de sus efectivos y de su armamento emprendieron el regreso a su barco llevándose a los prisioneros como rehenes.

   Los dos destacamentos siguieron a los ingleses flanqueándolos a cierta distancia, en un momento dado el comandante inglés despacha a uno de los rehenes para negociar la retirada ofreciendo la liberación de sus prisioneros a cambio de tener paso franco hasta su embarcación. Sin embargo el Gobernador de la isla replica que además exige la entrega de las armas a los corsarios, algo inaceptable por su parte. Su objetivo es ganar el tiempo suficiente para que las milicias se hayan reunido completamente y plantar batalla al enemigo. Para ello interpone un destacamento entre los ingleses y la costa, obligando a estos a hacerse fuertes en una pequeña colina.

   Al día siguiente las milicias se hayan reunidas y rodean la colina. El Gobernador Sánchez Umpierrez había ordenado reunir a cuantos camellos se encontraran por el camino, por lo que cada destacamento se guarneció tras una trinchera móvil de camellos. Los ingleses sin embargo confiaban en su número y en su armamento y se dispusieron a abrirse paso a la fuerza a través de los isleños.

   Quedaba pues planteada la batalla en una zona conocida como los Quemados del Cuchillete. Antes de iniciar el ataque, Sánchez Umpiérrez recorrió los puestos animando a su gente. Se acercó al presbítero don José Antonio y le entregó su bastón diciéndole: “primero es la honra que la vida, encomiéndenos a dios y a la Virgen de la Peña”. El gobernador dio la voz de avance tras la trinchera móvil de los camellos al grito: “¡Cristianos!, a defender la tierra”, y los isleños lanzando ijijíes se lanzaron al ataque.

   Los ingleses seguros con sus armas, esperaron a tenerlos a tiro para pararlos en seco con una descarga cerrada de sus fusiles. Hicieron fuego, pero su sorpresa fue enorme cuando observaron que los camellos recibían de lleno la lluvia de balas. La diferencia de armamento e inutilizada la primera descarga, hizo que se aprovechara el instante para llegar al cuerpo a cuerpo antes de que el enemigo cargara de nuevo sus armas. En lucha hombre a hombre, las piedras, palos y rozaderas manejadas con la tradicional habilidad de los canarios, resultaron más útiles que las armas de fuego. Rotas las líneas del cuadro inglés, en menos de media hora que duró esta fase del combate quedaron sobre el campo de batalla 22 ingleses.

   Destacó por su bizarría temeraria el gobernador Sánchez Umpiérrez, que a caballo se introdujo en la formación enemiga, atropellando, picando con su lanza y acudiendo en presteza en ayuda de sus subordinados que se encontraban en situación apurada. Otro destacado en la batalla resultó ser el anciano capitán don Baltasar Matheo, quien con 80 años, entró al enemigo con arrojo y valentía.

   Los ingleses, que habían confiado en una victoria rápida a manos de su superior armamento, no contaron con tres factores que fueron determinantes para su derrota. La trinchera móvil de los camellos, que inutilizó su primera descarga, con la que intentaron parar en seco el avance y producir la consiguiente desmoralización de los atacantes. El ser su formación desbaratada por los mismos animales que enloquecidos penetraron entre sus filas. Y por último la habilidad de los isleños en el manejo de sus primitivas armas y su tradicional ligereza en esquivar los golpes.



   Rota la defensa inglesa y ya superados en números, muchos dieron vuelta y emprendieron la huída desesperada a su barco, emprendiendo los canarios una cacería que se prolongaría a lo largo de la jornada. El resultado fue el siguiente: de los 53 ingleses que habían desembarcados, 20 quedaron con vida al rendirse ante los isleños, el resto quedó muerto sobre el campo de batalla. Ninguno consiguió llegar hasta el barco. Por parte isleña el recuento quedó de la siguiente forma: tres muertos, tres heridos graves y doce de menor consideración de un total de 43 que iniciaron el ataque. De los camellos no ha quedado constancia de cifras.

   La balandra corsaria permaneció anclada en Gran Tarajal hasta el día 16, lanzando cañonazos de cuando en cuando llamando a sus hombres. El gobernador despachó a Gran Canaria un barco pesquero informando de los sucesos y solicitando que la balandra San Telmo acudiera a la isla para reducir la embarcación enemiga. Sin embargo, la San Telmo arribó a Gran Tarajal sin encontrarse a los corsarios, quienes debieron huir rumbo a Funchal. Los prisioneros fueron embarcados rumbo a Gran Canaria.

   La victoria debió elevar mucho la moral de los habitantes de Fuerteventura. Sin embargo pronto volvieron a sentir la sensación de encontrarse expuestos a combates. Efectivamente el 9 de noviembre fue avistada una goleta inglesa, que sin dificultad alguna, sacó de Jinijinamar y Tarajalejo dos balandras allí refugiadas, completamente cargadas de mercancías procedentes de Gran Canaria y de Tenerife.




   El 17 de noviembre el Bergantín de Pedro Alvarez que transportaba además de una abundante carga, 120 pasajeros, fue abordado por una goleta inglesa. El día 21 una balandra que venía de Gran Canaria cargada con provisiones y armamento y pólvora para la isla, fue atacada cuando desembarcaba la mercancía, por el corsario Davidson al mando de dos balandras. Los ingleses se apoderaron de la balandra y de casi toda la mercancía, los isleños solo pudieron salvar un barril de pólvora tan necesaria para la defensa de la isla. El día 24 una lancha desembarcaba 54 marineros fuertemente armados al mando del subteniente Benabar Bill en la ensenada de Gran Tarajal.


LA BATALLA DEL LLANO FLORIDO


   Los ingleses tomaron el camino de Tuineje. Pero esta vez los isleños ya estaban sobre aviso, el sistema de vigía funcionó a la perfección y antes del amanecer el gobernador ya tenía noticias del desembarco. Sánchez Umpiérrez dio las órdenes convenientes para la concentración de las compañías de Tuineje, Tiscamanita, Agua de Bueyes, Casillas de Morales y Antigua, que deberían confluir en el puesto designado, donde él mismo se incorporaría con la compañía de Pájara que iba a sus órdenes. Al llegar Umpiérrez al lugar señalado y al no encontrar al resto de compañías se dirigió con sus hombres hacia Tuineje para no perder tiempo. ¿Qué había ocurrido? La diferencia de distancias fue la causa de que las primeras compañías citadas llegaran antes al lugar prefijado, y pensando sus jefes que eran suficientes para presentar combate se habían puesto en marcha hacia el enemigo.




   Mientras tanto los ingleses habían llegado a Tuineje y se habían dedicado a saquear de nuevo la Iglesia de San Miguel, repitiendo hechos irrespetuosos, esta vez con la imagen del santo a la que arrancaron el bastón y un brazo que se llevaron como trofeo. Al contemplar como se aproximaban las compañías de isleños, abandonaron el pueblo.

   No existe una relación detallada de la batalla del Llano Florido como la hubo en la de El Cuchillete. Pero podemos hacer una reconstrucción bastante cercana a como se desarrollaron. Las compañías mencionadas debían estar muy próximas a Tuineje cuando los invasores comenzaron a evacuar el pueblo. Los isleños con gran superioridad numérica, mejor armados que un mes antes y con sus oficiales al frente, y por tanto con una gran moral y pleno convencimiento de su victoria, decidieron caer sobre el enemigo sin esperar por su jefe superior. Los oficiales atacantes no adoptaron un plan de ataque, y atacaron en campo raso sin protección alguna en la zona conocida como Llano Florido. Posiblemente tal precipitación se produjo porque los invasores se retiraban ya hacia el sur camino de Gran Tarajal; y porque la formación inglesa, ante la superioridad numérica de las milicias, ahora mejor armadas, rompió filas y comenzó la huída hacia el puerto por la ruta que aún se encontraba libre.

   En ese momento llegó al campo de batalla Sánchez Umpiérreza con la compañía de Pájara y pudo contemplar el desarrollo del combate. Salió disparado a galope tendido acompañado por el capitán Melchor de Cabrera y dos soldados a caballo.

   La batalla en el descampado fue de solución rápida, con menor diferencia de armamento que la refriega anterior, con los oficiales al frente, con la presencia de al menos ocho soldados a caballo y mucho más mortífera, por la falta de protección de los atacantes y por el completo exterminio de los invasores.

   Por parte de los isleños hubo cinco muertos y algunos heridos. Del lado inglés los 55 hombres quedaron tendidos sobre el campo de Tuineje. No cabe la menor duda que en este caso hubo un exceso de crueldad por parte de los isleños, quienes hartos ya del constante acoso y el bloqueo marítimo a que habían sido sometidos por los corsarios, y sobre todo enfurecidos por los repetidos ultrajes a las imágenes sacras de la Iglesia de San Miguel se emplearon a conciencia para exterminar a los invasores. Si lo que buscaron los isleños fue un escarmiento que alejara futuras incursiones corsarias, no hay duda de que lo consiguieron a la perfección. Porque estas derrotas sangrientas debieron circular entre los corsarios británicos que merodeaban en aguas de Canarias que no se atrevieron a nuevos desembarcos en la isla.

   Con respecto a los barcos anclados en el puerto de Gran Tarajal, al igual que en el ataque anterior, tras permanecer anclados unos días a la espera de noticias de sus hombres y tras negociaciones con los isleños para la liberación de los posibles prisioneros, finalmente zarparon rumbo a Madeira. La balandra San Telmo, que ya venía desde Gran Canaria, no la pudo localizar.

   Tras estos enfrentamientos el gobernador de la Isla solicitó medidas de protección para la isla, y por parte del gremio de comerciantes se armó un navío de treinta cañones. Que realizó una campaña durante un mes sin encontrar un solo barco inglés. También se armaron tres navíos corsarios que lograron capturar cuatro naves inglesas y un pingüe holandés, cargado de pólvora, hierro y otros efectos diversos a medio camino de Santa Cruz de Berbería.

   Aún así, el día de Reyes de 1741, aparecieron cuatro fragatas inglesas en las costas de Fuerteventura. Aunque no se desarrollaron intentos de desembarco, su presencia afectó gravemente al comercio y al abastecimiento de la isla.



La expedición holandesa de Van der Doez.


LOS ANTECEDENTES


   Durante el gobierno de Felipe II, los Países Bajos y España entraron en un conflicto bélico cuyos orígenes se encuentran en cuestiones de índole ideológica, religiosa y política. Sin embargo el proceso de expansión económica comercial de la República de las Provincias Unidas, la controversia hispano-holandesa adopta a finales del siglo XVI cada vez más el carácter de un conflicto económico. Tras la muerte del Rey Portugués Sebastián I sin herederos, el Rey Felipe II hace valer sus derechos al trono en la batalla de Alcántara en 1581, la incorporación de Portugal al imperio Español supone un problema para el boyante comercio holandés, ya que los embargos impuestos al comercio holandés en América se ampliaba ahora a todo el extenso territorio portugués lo que comprometía seriamente el comercio con las Indias Occidentales.

   Bajo estas circunstancias el Almirantazgo holandés toma la decisión de llevar el conflicto a territorio español con el envío de expediciones que tendrán no solo un marcado carácter militar, sino la intención de establecer un asentamiento que garantice el comercio con la metrópoli. La expedición es financiada en gran parte por comerciantes de las Provincias Unidas con la esperanza de conseguir un gran botín con el que recoger beneficios.


   El 24 y 25 de mayo de 1599 se reunieron en las aguas de Wielingen, cerca del puerto de Flesinga, 73 embarcaciones de las provincias de Holanda y Zelanda. La armada, de unas dimensiones hasta entonces desconocida en la República, se agrupaba en tres escuadras con banderas insignias naranjas, blancas y azules. La escuadra naranja la comandaba el propio almirante Pieter Van der Doez que navegaba en el navío Orangieboom. La escuadra blanca estaba bajo las órdenes de Jan Gerbrantsz, y la azul llevaba como vice-almirante a Cornelis Gleyntsz van Vlissinghe. El 28 de mayo zarparon los navíos rumbo sur con la intención de acometer a los enemigos españoles en sus propias aguas, cortar las comunicaciones entre España y sus territorios de ultramar y aprehender barcos españoles y portugueses que se cruzaran por el camino.


PRIMERAS APROXIMACIONES


   Tras una navegación sin incidentes, esperaba el almirante holandés tener el factor sorpresa de su lado. El 11 de junio emprenden un ataque al puerto de La Coruña. El objetivo principal es saquear toda la ciudad, destruir las embarcaciones fondeadas y tomar la flota que se encontrara en puerto. Nada pudieron hacer al encontrarse los españoles sobre aviso y preparados para resistir el ataque. Ante este fracaso, el holandés decide poner rumbo a Sanlúcar de Barrameda con el fin de coger por sorpresa la ciudad, pero tampoco se pudo llevar a la práctica ya que todas las guarniciones locales habían sido puestas en alerta. Frustrados sus planes en la Península habiendo perdido la ventaja de la sorpresa, toman la decisión de atacar al archipiélago canario al suponer que a tal distancia no habían llegado los avisos de alerta y que los medios de defensa serían inferiores. Tras haber navegado alrededor de Lanzarote y Fuerteventura, objetivos demasiado pobres para su misión, el 26 de junio de 1599 aparecen ante la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

   Esa mañana, desde la montaña de Arucas, se pudieron vislumbrar varias columnas de humo que se elevaban desde la bahía de la Isleta en la capital de Gran Canaria. Pronto se oyó algún que otro cañonazo, señales convenidas tiempo atrás para avisar a las poblaciones vecinas de la presencia de naves sospechosas que se acercaban a la costa. Setenta y tres naves holandesas al mando del Almirante Pieter Van der Doez se presentaban a las playas de Las Palmas de Gran Canaria con afán de conquista. La flota de invasión la completaban unos diez mil hombres entre infantería y marinería, una expedición bastante numerosa teniendo en cuenta que la población de Las Palmas de Gran Canaria en aquella época no pasaba de los mil trescientos habitantes.


   Pronto comenzaron a resonar las campanas de la iglesia de Arucas congregando a las milicias a toda prisa armadas con arcabuces, espadas, hachas, azadas y garrotes. Al mando del capitán Clemente Jordán y por el cura Fray Alonso Montesa se pusieron rumbo a la capital observando que por la costa ya se aproximaban los batallones de Gáldar y Guía dispuestos a unirse en la defensa.

   Van der Does dedujo que la agitación que observaba en la ciudad indicaba que los canarios estaban dispuestos a defenderse y que habían comenzado los preparativos para impedir el desembarco. Lo cierto es que meses antes a través de los comerciantes ya se tenían noticias tanto en Canarias como en la Península, de la existencia de un plan Neerlandés de invadir territorio de la Corona española. Por este motivo se habían preparado bien las milicias y abastecidas las fortalezas de la isla.


EL DESPLIEGUE

   En la ciudad se organizaba la defensa, las compañías se concentraron en la Plaza de Santa Ana, así como la artillería de que se disponía, compuesta por nueve cañones pequeños, sin contar los de las fortalezas que defendían la ciudad.

   El Gobernador y Capitán General, Alonso de Alvarado, decidió evitar el desembarco enemigo en el puerto, tal como se había conseguido cuatro años atrás frente al ataque de la flota de Francis Drake. Se preparó la defensa en el istmo, que por entonces estaba formado por un sistema de dunas sobre el que hoy se asienta la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Las escasas fuerzas defensivas se situaron en las trincheras de Santa Catalina, emplazándose en ambos extremos las fortalezas de la Luz y de Santa Ana. Las compañías de milicias acudieron de toda la isla a colaborar en la defensa, Arucas, Guía, Galdar, La Vega, Telde y Aguimes. Entre las fuerzas destacaba un cuerpo especial capitaneado por el obispo de Canarias, Francisco Martínez de Ceniceros con sus canónigos, inquisidores y frailes franciscanos y dominicos. Cada uno de ellos portando su arma. Desde la muralla se dedicó a arengar a las tropas en la defensa de la ciudad.

   Los navíos holandeses se habían situado en posición de combate, con 150 lanchas de desembarco preparadas para el ataque. Entre las 9 y las 11 de la mañana hubo un intenso cañoneo entre la artillería del castillo de la Luz y la de los barcos holandeses, varios de los cuales sufrieron graves daños. El fuego de los barcos enemigos se concentró en la fortaleza, lo que intimidó al alcaide, quien ordenó cesar en los disparos contra los atacantes. Esto permitió a los navíos holandeses acercarse más a tierra y batir la costa con sus cañones.



EL DESEMBARCO

   Hacia las once de la mañana los holandeses avanzaron en sus lanchas tratando de tomar tierra en el desembarcadero del puerto, pero la defensa de las compañías isleñas y de la pequeña artillería, allí desplazada, impidieron esta primera intentona. El último disparo de la fortaleza de la Luz logró hundir dos lanchas. Después de bombardear la costa una vez más volvieron los holandeses al ataque. Pretendieron ahora hacerlo por la caleta de Santa Catalina pero éste era el lugar mejor defendido por los milicianos que los rechazaron causándoles numerosas bajas y daños. Otros dos intentos (uno más al norte de la playa y otro en el desembarcadero) fueron también repelidos merced a la heróica defensa de las compañías y artilleros.

   Creyeron los canarios haber impedido que los atacantes tomaran tierra. Sin embargo, Van der Doez decidió intentar un quinto desembarco eligiendo para esta ocasión un punto de la costa de difícil acceso por mar y que por este motivo carecía de trincheras y defensas. Los canarios acudieron a este sitio, luchando a pecho descubierto y sin nada en que parapetarse. Se entabló un duro combate, y, aunque se consiguió dispersar y eliminar al primer grupo de holandeses que llegaron a tierra, la gran oleada de lanchas, protegidas por el fuego de los barcos alcanzó la orilla. Se desarrollaron en este lugar incontables hazañas y actos heróicos. Uno de ellos lo protagonizó Cipriano de Torres, capitán de la Compañía de la Vega, quien observando la llegada de la lancha que transportaba al propio Almirante se dirigió resueltamente hacia éste, que se cubría de pies a cabeza con una armadura y le asestó tres golpes de lanza que lo tumbaron haciéndole caer al mar. Van der Doez fue auxiliado por sus soldados que dispararon a quemarropa sobre el valiente defensor.

   Ya en este combate los canarios tuvieron numerosas bajas, el propio gobernador y capitán general resultó gravemente herido, siendo trasladado a la ciudad. Su lugar fue ocupado por el teniente de gobernación Antonio de Pamochamoso. Alonso Alvarado murió el 20 de agosto a consecuencia de las heridas.


FIN DEL DESEMBARCO Y ASEDIO A LA CIUDAD


   Finalmente, a costa de numerosas bajas, pusieron pie en tierra los atacantes. Los milicianos isleños se retiraron del istmo, replegándose lentamente hacia la ciudad. A su vez los holandeses desembarcaron el conjunto de sus fuerzas que sumaban más de seis mil hombres. Al anochecer de ese día 26 avanzaron por los arenales en dirección a Las Palmas de Gran Canaria formados en escuadrones. Antes habían conseguido la rendición de la fortaleza de la Luz apresando a sus ocupantes. Mientras, en la ciudad, se organizaba la defensa. La Audiencia emitió un bando para que todos los hombres disponibles se congregaran en torno a la muralla, las piezas de artillería salvadas del puerto fueron colocadas en el cerro de San Francisco y la fortaleza de Santa Ana se dispuso a entrar en acción. Los ancianos, mujeres y niños abandonaron la ciudad y se dirigieron a la Vega, en el interior de la isla, llevándose lo más valioso de sus propiedades y enseres.

   Al acercarse los invasores, la pequeña fortaleza de Santa Ana disparó sus cañones haciendo blanco en la vanguardia holandesa, lo que les obligó a retroceder. Al oscurecer cesó el combate.



   El asedio continuó al día siguiente. La defensa se centró en la muralla de Triana, en el torreón de Santa Ana y en las posiciones del cerro de San Francisco. Pamochamoso emplazó en este un nutrido grupo de defensores, dada la posición estratégica de la colina que, además permitía hostigar desde allí el campo enemigo. El enemigo se había emplazado en trincheras y parapetos en los arenales. Sus intentos de atacar la ciudad por San Lázaro, al norte, fueron abortados por los defensores. Durante el día fueron colocando piezas de artillería frente a la muralla, disparando contra ésta y haciendo frente al fuego de los defensores.

   El lunes los holandeses estaban decididos a culminar el cerco. Su número era muy superior a los defensores y estaban mejor armados que éstos. Dispusieron entonces de buena cantidad de artillería traída desde los barcos, incluyendo la tomada de la fortaleza de la Luz y la emplazaron en dirección al cerro de San Francisco sobre todo hacia el torreón de Santa Ana, parapetando las piezas tras los muros de la ermita de San Sebastian y el hospital de leprosos de San Lázaro que se encontraban fuera de las murallas.

   La fortaleza de Santa Ana jugó un valeroso papel en la defensa de las murallas al mando del alcaide Alonso Venegas Calderón. Sus hombres se portaron heroicamente, pero al fin cayó bajo el intenso fuego enemigo. Se cuenta que ya sin munición disparó las llaves del fortín contra los holandeses. Aunque parece más cierto que el alcaide había lanzado las llaves al mar para dar a entender a sus hombres que la única opción era resistir.

   Al fin la ciudad cayó en poder de los holandeses hacia la una de la tarde. Las autoridades y los defensores evacuaron la villa y se marcharon a la Vega de Santa Brígida, en donde se establecieron los días siguientes. Durante toda la tarde las tropas invasoras se entregaron al saqueo. Poco les reportó el vandalismo excepto un poco de plata que encontraron oculta en la catedral.


LAS NEGOCIACIONES PARA LA CAPITULACION


   El martes 29 de junio los holandeses enviaron una primera expedición militar a la Vega que fracasó al verse hostigada por grupos isleños dejando los invasores veinte muertos en el camino . Por la tarde remitió Van der Doez dos emisarios a los isleños refugidados en la Vega. Fueron dos prisioneros canarios, quienes expusieron a la Real Audiencia y a Pamochamoso, las condiciones que exponía el invasor. Para dialogar fueron remitidos el canónigo Bartolomé Cairasco de Figueroa y el capitán Antonio Lorenzo.

   Con un fondeadero estable para la armada y con la tropa desembarcada la situación de Van der Doez podría parecer idónea, pero la realidad no era esa. Con las milicias canarias esperando fuera de la ciudad, bien atrincherada, la ciudad no podría mantenerse. Si el almirante quería tomar definitivamente la ciudad tendría que terminar con las milicias y conquistar la isla.

   El ultimátum del holandés fue el siguiente: cuatrocientos mil ducados, a los que debía añadirse el tributo anual de otros diez mil o, a cambio, otros cien mil ducados. Los canarios dilataron las negociaciones. Habían tenido conocimiento de que la flota de la Nueva España pasaba próxima a las islas en su viaje a las Indias, por lo que se consideró oportuno entretener a los holandeses en una negociación que nunca se llevaría a efecto. Con ello se mantenía a las naves holandesas en el puerto de la Luz, dando tiempo a que la flota española se alejase de las aguas del archipiélago. Durante estos días los isleños continuaron inquietando y hostigando a los centinelas y avanzadas del ejército holandés. Indignado el Almirante ante la negativa a aceptar sus exigencias amenazó con pasarlo todo a fuego y cuchillo, y señaló la fecha del 2 de julio para el pago del rescate o arrasaría la isla.

LA BATALLA DEL MONTE LENTISCAL


   Ante la falta de respuesta de los canarios, las fuerzas holandesas recibieron la orden de adentrarse en la isla. Avanzada la mañana del sábado 3 de julio de 1599 un potente ejército de unos cuatro mil hombres avanzó hacia la Vega. Marchaban distribuidos en cinco escuadrones con quince banderas. La formación invasora tenía como primer objetivo el hacerse con las riquezas de la ciudad, que suponían trasladadas y escondidas en la Vega. Los canarios, cumplidos sus objetivos, esperaban el momento del encuentro conocedores de la ventaja que les otorgaba el conocimiento del terreno.


   Las tropas holandesas, al mando del comandante Gerardt Storm van Weenen, llegaron hasta la altura del pago de Tafira bajo un fuerte calor y un sol abrasador, con una vanguardia de trescientos mosqueteros. Cansados y sedientos, los invasores llegaron a la entrada del Monte Lentiscal, en donde se extendía un frondoso bosque de árboles lentiscos, así como de mocanes y acebuches, propios de la flora canaria de la laurisilva. El comandante ordenó la detención de sus fuerzas antes de seguir adentrándose en el bosque e incorporó un numeroso contingente de hombres a la compañía de mosqueteros, formando un escuadrón de mil quinientos soldados al mando del capitán Diricksen Cloyer.

   Mientras tanto, una parte de los milicianos canarios atrajeron hacia el bosque a las fuerzas holandesas, que siguieron a los isleños adentrándose en la fronda. Hay que reseñar que los bosques de laurisilva configuran auténticas selvas impenetrables que dificultan mucho el tránsito y la visibilidad. Las fuerzas isleñas estaban integradas por unos pocos centenares de hombres, no más de quinientos. Envalentonados, los holandeses siguieron avanzando por el bosque, pero el calor continuaba haciendo estragos en aquellos soldados cubiertos de armadura y con equipo pesado, sin poder saciar su sed, ya que los isleños habían cegados los arroyos y acequias de agua.

   En el momento elegido para el ataque, el gobernador y capitán general en funciones, Pamochamoso, ordenó al alférez Agustín de Herrera Rojas enarbolar varias veces la bandera a la vista de los holandeses y al capitán Juan Martel Peraza de Ayala redoblar los tambores durante largo rato para intimidar al enemigo aparentando todo el despliegue de una gran batalla.

   Las fuerzas canarias, cuya vanguardia estaba integrada por las milicias de la Vega (grandes conocedores del terreno) al mando del capitán Pedro de Torres se lanzaron al ataque, hostigando tan hábil y valientemente a los holandeses, que inútiles sus mosquetes en la frondosidad del bosque, retrocedieron en medio del desorden y la confusión dispersándose entre la arboleda. El pánico cundió en las fuerzas invasoras, que sufrieron centenares de bajas dejando esparcido el campo de hombres y armas. El grueso de las tropas canarias se lanzó entonces en persecución de los holandeses que huían exhaustos.

   Al fin el primer escuadrón holandés pudo establecer contacto con el resto de ejército comandado por Van Weenen, emprendiendo la retirada dentro de un orden. Sin embargo una compañía holandesa quedó aislada, siendo atacada por los hombres de Pedro de Torres, quienes aprovechándose de su destreza en deslizarse por los riscos cayeron sobre los invasores, salvándose muy pocos integrantes de este contingente. Entre las bajas holandesas figuraba el capitán Diricksen Cloyer.

   De esta forma finalizó la gran expedición del ejército de Van der Doez al interior de Gran Canaria. En la batalla del Monte Lentiscal un reducido grupo de canarios enfrentados a un enemigo muy superior en número habían obtenido la victoria merced a su arrojo y valentía. El lugar en el que se produjeron los combates se conoce a partir de entonces con el nombre de Cruz del Inglés, ya que en principio se había confundido a los holandeses con ingleses.



HUIDA DEL EJERCITO INVASOR

   Sabiendo insostenible la situación, Van der Doez ordenó reembarcar a sus tropas no sin antes proceder a destruir todo a su paso, desquiciado por la humillante derrota que le habían infringido las milicias isleñas. En días anteriores había embarcado todas las campanas de las iglesias de la ciudad, buena cantidad de vino y de azúcar. Durante el reembarco prendieron fuego a los conventos, a las casas obispales, al Cabildo de la isla, a la Real Audiencia, a los castillos, etc. De la catedral sólo quedó su fábrica. Las milicias isleñas que entraron tras la partida de los holandeses se dedicaron a extinguir el fuego que consumió gran parte de las viviendas de la ciudad, fue el declive y la ruina de la capital de las Islas, tardaría trescientos años en reemprender su desarrollo y alcanzar su renovada importancia.

   Tras la huída precipitada de la capital, los holandeses se dirigieron hacia el sur de la isla haciendo aguada en una playa donde enterraron algunos de los heridos que había fallecido. Desde entonces se llamó Playa del Inglés.

   Atrás los holandeses dejaron más de mil cuatrocientos hombres entre muertos y heridos. Las bajas canarias no pasaron de las trescientas.

NAVEGANDO HACIA EL DESASTRE

   Tras dejar atrás la isla de Gran Canaria, los holandeses bordearon Tenerife y atacaron la isla de la Gomera. Sus habitantes también huyeron hacia el interior, pero Van der Doez consiguió un botín sustancioso. Sin embargo un grupo de isleños atacó una compañía holandesa que cargaba vino, azúcar y munición, acabando con ochenta de ellos. El Almirante ordenó quemar la capital por puro despecho.

   Después de abandonar el archipiélago canario Van der Doez decidió dividir la flota en dos. Jan Gerbrantsz al mando de treinta y cinco naves regresó a Holanda con el fruto de los saqueos. El propio almirante con el resto de la flota se dirigió hacia el Caribe a proseguir con sus tropelías. Atacó la isla portuguesa de Santo Tomé, donde se apoderó sin muchos contratiempos de la población de Pavoasán, así como de sus baluartes. El botín consistió en cien piezas de artillería, mil novecientas cajas de azúcar, mil cuatrocientos colmillos de elefante, algodón y otras mercancías, así como oro y plata en pequeñas cantidades. Sin embargo la flota holandesa se vio comprometida por otro acontecimiento más catastrófico incluso que el sufrido en Gran Canaria. La malaria provocó estragos entre la tripulación, entre las víctimas estaba el almirante Van der Doez. A comienzos de 1600 la flota regresa a Holanda, con las tripulaciones diezmadas. Un barco holandés fue capturado por una galera del capitán general de los Países Bajos españoles, con el puerto a la vista.

   Desde el punto de vista militar la expedición fue un fracaso, la reorganización de las defensas que había ordenado Felipe II habían dado sus frutos, y los holandeses no causaron ningún desperfecto a las colonias de ultramar españolas ni a las flotas y mucho menos lograron incomunicar los territorios españoles. Las bajas holandesas totales pueden calcularse en torno a los 2.000 hombres, casi un tercio de las tropas que embarcaron.

   Desde el punto de vista económico el resultado fue aún más desastroso. Las ventas de los productos saqueados reportaron más de treinta mil libras flamencas, un buen botín si se considera la evolución de los ataques. Sin embargo la totalidad de lo subastado se dedicó a indemnizar a los mercaderes venecianos, propietarios legítimos de la mayoría de los bienes robados en Canarias, con el fin de conservar la alianza entre las dos repúblicas. Lo más trágico de todo fue el hecho de que gran parte de lo robado tanto en Canarias como en Santo Tomé pertenecía a comerciantes de las Provincias Unidas, la expedición no logró siquiera cubrir los gastos del flete de los barcos y el aprovisionamiento de partida. El almirantazgo holandés había enviado a Van der Doez a atacar Gran Canaria y Santo Tomé para robar bienes de los propios holandeses.

   Para los españoles la expedición fue una gran victoria, el sistema defensivo funcionaba y anunciaba el principio del fin de los asaltos piratas a las posesiones españolas en ultramar. Sin embargo el poder hispano en el mar comenzaba a ser disputado por los holandeses, en Matanzas las Provincias Unidas conseguirían su preciada victoria.

martes, 8 de diciembre de 2009

La Batalla de Las Palmas. El ataque de Francis Drake a Las Palmas de Gran Canaria.


Eran arcabuceros y piqueros,
Y jinetes de costa valerosos,
Cuarenta ingleses matan los primeros,
Retirando los otros temerosos.
Conocidos del Draque sus accesos,
Y los pasos del puerto peligrosos,
Volvió la espalda e hízose a la vela
Que allí no le valió fuerza o cautela.
(La Dragontea, Lope de Vega)


   Los versos de La Dragontea del conocido poeta Lope de Vega ilustran a la perfección el heroísmo que desplegaron los isleños en la defensa de la isla de Gran Canaria, cuando los piratas Francis Drake y John Hawkins al mando de una poderosa flota compuesta por 27 buques y más de 2.500 hombres se presentaron en la bahía de Las Palmas con claras intenciones de poner su bandera en la ciudad.

ANTECEDENTES HISTORICOS

   En 1587 la Reina Católica de Escocia, María Estuardo es ejecutada. Felipe II, que llevaba preparando un ataque de castigo a Inglaterra, encontrando la excusa necesaria, ordenó el ataque. El Marqués de Santa Cruz y el Duque de Parma prepararon los planes de invasión en la operación combinada, la Armada Invencible estaba dispuesta. Estas noticias alarmantes llegaron a Londres. La Reina ordena a Drake armar rápidamente una flota y zarpar hacia España con el objetivo de destruir todos los barcos españoles que pudiera. Drake partió con 23 barcos y 2.000 hombres, por el camino se enteró de que la flota española aguardaba en Cádiz, sin pensarlo dos veces puso rumbo al sur, entró en la bahía de Cádiz por sorpresa y logró destruir o dañar seriamente a los barcos que allí estaban anclados. Por la mañana descubrió el barco del Marqués de Santa Cruz, Jefe Supremo de la flota capturándolo y destruyéndolo. Finalmente abandonó con sus naves la bahía de Cádiz sin pérdida alguna.


   Esta atrevida acción retrasó un año los planes de Felipe II contra Inglaterra. En 1588 finalmente la Armada se hace a la mar con los resultados por todos conocidos. Cuando la Gran Armada española llegó a las costas de Inglaterra, participaba Hawkins como Jefe de Escuadra de en la flota inglesa a las órdenes de Lord Howard de Effingham, Gran Almirante de la Flota de Altamar. Tras esta empresa Hawkins expresó su deseo a la Reina de retirarse en 1589. Sin embargo, dado el peligro que suponía Felipe II que a pesar del desastre sufrido ya estaba preparando una segunda Invencible para invadir Inglaterra, tuvo que continuar en activo con casi sesenta años.

   En 1595, enterada Isabel I de las dificultades económicas por las que pasaba Felipe II, a quien los banqueros habían retirado el crédito, acepta un plan propuesto por Francis Drake de enviar una poderosa flota a Panamá y destruir la ciudad de Nombre de Dios, donde se solía reunir el tesoro para su embarque hacia España. La importancia de esta empresa y su desconfianza sobre la obediencia de Drake obliga a Isabel a tomar la decisión de nombrar un mando compartido y para ello designa al ya cauto y cansado John Hawins para compartirlo con su discípulo y pariente Francis Drake.

   Mientras la Reina decide la salida, llegan noticias de que el buque principal de la flota del Tesoro está en Puerto Rico, lleno de plata y desmantelado por un temporal. La escuadra inglesa sale inmediatamente con las órdenes concretas de hacerse con el cargamento en San Juan de Puerto Rico y luego destruir Panamá y regresar a Inglaterra lo más pronto posible, ya que aún se temía un ataque a la propia Inglaterra. Nada más hacerse a la mar la flota en Plymouth, comienzan las diferencias entre Drake y Hawkins, que tanta importancia tendrían para el desenlace de la expedición.

   La Reina había aportado seis de sus mejores barcos: Garland y Defiance, gemelos del Revenge pero nuevos, el Buenaventure, Hope, Foresight y Adventure. El resto de la flota la componían mercantes, naos, hulks y pataches pertenecientes a comerciantes y compañías privadas.

   Como Coronel General del Ejército fue nombrado Thomas Barkerville, quien había demostrado su valía y llevaba consigo a tres valientes oficiales: sus dos hermanos Nicholas y Arnold y el joven Sir Nicholas Clifford.

   La fama de Drake de enriquecer a sus marineros es tal que a esta expedición se apuntan miles de voluntarios, y Drake toma algunos más de los autorizados. Esto da lugar al primer enfrentamiento de los dos jefes. A poco de dejar el Canal, Drake convoca a Consejo de Guerra en el Defiance donde expone sus quejas que consistían en tener más hombres en su escuadrón que Hawkins, a lo que éste contestó que si Drake se lo “rogaba” él los aceptaría en sus barcos. Drake, orgulloso, no aceptó la oferta.

   La segunda reunión la tuvo Hawkins sólo con aquellos capitanes que habían tenido nombramiento real, y en ella comunicó el objetivo de la escuadra, que era conseguir el tesoro español. Esta información secreta pasó a ser “vox populi” entre la tripulación y produciendo en Drake otro resentimiento por no haber sido informado. Una semana más tarde, y cuando la flota se encontraba a la altura de Lisboa, Drake llama a Consejo General a bordo del Defiance y propone que antes de ir a Indias se atacase a Madeira o a Gran Canaria. Hawins se enfurece, si Drake necesita agua u otras provisiones, él se las daría, pero el primer destino es Puerto Rico y no cumplir estas órdenes era una temeridad. Ambos almirantes casi llegan a las manos y sólo el paciente Baskerville permite que los ánimos se pacifiquen. La reunión se pospone hasta el día siguiente en la Garland donde Hawkins recibe al Consejo.


   La discusión continúa, pero Drake logra convencer a los oficiales que el ataque a Gran Canaria es la mejor solución. Hawkins acepta de mala gana. Las palabras entre ellos abren una brecha de malos sentimientos que repercute en el resto de oficiales. La mañana del 6 de octubre, casi al mes de haber salido de Plymouth, la escuadra anclaba a tiro de cañón de un fuerte situados al final de un alto y largo promontorio de la bahía de Las Isletas en Gran Canaria.

LAS DEFENSAS DE LAS PALMAS

   En 1595, la ciudad de Las Palmas contaba con más de un siglo de existencia, pues había sido fundada el 24 de junio de 1478 por los conquistadores españoles que incorporaron la Isla de Gran Canaria a los territorios de los reyes de Castilla. Lo que originariamente constituyó un simple asentamiento militar, en 1595 se había convertido en una ciudad capital, centro de una incipiente concentración de instituciones políticas así como de una importante actividad económica fundamentada en la exportación de caña de azúcar y en la fabricación de melazas para la exportación. Si bien la población hacia la década de 1590 no supera los cuatro mil habitantes, se crea por Real Cédula de Felipe II la Capitanía General de las Islas Canarias, se trata de un virrey con otro nombre que concentra el mando político, militar y judicial. Esta decisión de la Corona se explica en el marco de la reciente derrota de la empresa militar de la Armada Invencible contra Inglaterra.

   Torriani hace una sintética descripción de Las Palmas que nos permite hacernos una inmejorable idea de la ciudad en aquellos tiempos: “la ciudad es pequeña, solo de ochocientas casas. Descendiendo hacia el mar por el este, la atraviesa un pequeño río que sale entre dos montañas áridas que está a sus espaldas, la una a la mano derecha es llamada San Francisco, la otra menor a la izquierda Santo Domingo. El puerto está a unas tres millas de distancia en dirección norte, y en aquella parte el campo es arenoso y los montes cercanos desnudos y tétricos. En la parte del mediodía está una campiña fértil, con un pequeño castillo redondo (la torre de San Cristóbal) llamado de San Pedro Mártir que guarda una cala que está a su pie. La muralla roja en dirección norte es un lago lienzo de muralla, con dos baluartes en los extremos, el que está cerca del mar se llama Santa Ana. Hacia mediodía, la muralla es otro lienzo igual, que fue empezado para la defensa de la ciudad por aquella parte”.

   Sin duda el más importante edificio militar de la ciudad era el castillo de la Luz o fortaleza de las Isletas. Era el pilar defensivo de la ciudad ante los ataques exteriores, que en un alto grado de probabilidad provendrían de naves que arribasen a la bahía de la luz. Desde la fortaleza se batía toda la bahía y se dificultaba notablemente cualquier desembarco. La guarnición la componía cincuenta hombres que se turnaban de día y de noche en los tiempos de paz.

   Además de las murallas de la ciudad ya citadas, el otro bastión defensivo de Las Palmas lo constituía la todavía existente torre de San Cristóbal, entonces llamada de San Pedro Mártir. Situada al sur de la muralla del Mediodía.

   El otro torreón era el de Santa Ana, situado al extremo de la muralla Norte, en la ribera. En el interior tenía un alojamiento para el castellano y otras dependencias pequeñas para la guarnición, depósito de pólvora, etc.

   Se pensaba en un proyecto de mucha más envergadura que todo lo anterior, erigir una fortaleza en el cerro de San Francisco. Este proyecto quedaría pendiente hasta el siglo siguiente.

   El estado de las fortalezas y de la artillería de que disponían es bien conocido. En el Castillo de la Luz habían once piezas, el fuerte de Santa Ana disponía de siete piezas, mientras que el de San Pedro tenía cuatro piezas pequeñas. Los artilleros que las servían estaban pagados por el Cabildo de la Isla, quien estaba obligado además a la compra y mantenimiento de dichas armas.

   En abril de 1595 toma posesión como Gobernador Militar de la Isla el veterano militar Alonso de Alvarado y Ulloa que venía acompañado por su lugarteniente civil Antonio Pamochamoso.


EL ATAQUE DE DRAKE


   La escuadra inglesa arribó a Las Palmas en la madrugada del 6 de octubre. Una vez decretada la alarma, Alvarado decide de inmediato que la mejor táctica contra los invasores es impedir que desembarquen en las playas. De lo contrario, la superioridad militar aparente de aquella flota de la que no sabían su nacionalidad, significaba derrota segura.

   Hubo diferencias entre el Gobernador y el Regente de la Audiencia, pues este último a la vista de la imponente flota consideró que la mejor defensa era encastillarse tras las murallas y resistir allí la embestida. Sin embargo prevalece el criterio del Gobernador Militar. Una vez que se distribuye a las tropas en los distintos puntos de la marina, listas y preparadas para el combate, éste comienza a las doce del mediodía, cuando los ingleses abren fuego cañoneando a las tropas apostadas en la costa. La fortaleza de Las Isletas cañonea débilmente pues su Alcaide quería reservar los tiros para una ocasión más propicia.

   Antes, a las once de la mañana se adelantó de la Armada fondeada, una pequeña carabela de reconocimiento, sondearon el fondo y colocaron unas pequeñas boyas señalando las rocas para facilitar el desembarco. El teniente de Gobernador Pamochamoso mandó una lancha desde la caleta de Triana pero no dio tiempo a retirar las balizas pues ya algunos barcos ingleses avanzaban hacia tierra, precedidas por unas 47 lanchas de desembarco.

   Las lanchas inglesas se aproximan a la playa en la caleta de Santa Catalina, disparando constantemente sus armas de fuego, pero la arcabucería y los cañones españoles les hacían retroceder. Intentaron tres veces poner el pie en tierra, siendo rechazados sin conseguirlo, pues cuando fueron llegando las lanchas a la playa los canarios, saltando desde sus trincheras, se abalanzaron sobre ellas con el agua hasta la cintura volcando numerosos botes y matando e hiriendo a gran número de soldados ingleses. La acción de la artillería de campo, apostada en la ribera fue singularmente eficaz ese día, bajo la experta dirección del cabo Negrete, pues tirando primero a bala rasa a los navíos y lanchas en formación y disparando más tarde verdaderas rociadas de saquillos de bala de mosquete, al aproximarse las lanchas a tierra, sembró la confusión y la muerte por doquier e hizo imposible el objetivo primordial de Drake. Viendo éste el desastre, comienza a darse cuenta de su temeridad y a reconocer las razones de Hawkins, que veía desde su barco con escepticismo los intentos de su Coalmirante. Baskerville insiste ante el Almirante Drake para que le conceda cuatro días más para conquistar la ciudad, pero Drake desiste y argumenta que lo principal es Puerto Rico, poniendo rumbo sur.

   El Castillo de Santa Ana, situado en la caleta de San Telmo, tuvo una acción muy destacada, cañoneando y averiando a cuatro naves enemigas que con rumbo sur se alejaban al fracasar el desembarco. Se calcula que en total murieron cincuenta hombres y cinco naves quedaron con graves desperfectos, por el contrario los defensores sufrieron pérdidas de poca consideración.

   La flota derivó hacia el sur y fondeó un día en la rada de Arguineguín con la intención de hacer aguada. “necesitando los ingleses hacer aguada para proseguir su viaje, deciden hacerlo cerca de Arguineguín. Mientras el General español ordenó que seis soldados siguieran la navegación de los barcos por la costa, para si desembarcaban a tomar leña o agua, poderles coger algún prisionero que diese cuenta del origen y propósitos de aquella armada”. El 7 de octubre los seis soldados a quines se les habían unido algunos pastores canarios, observaban escondidos los movimientos del enemigo. El domingo 8 Drake desembarcó con 500 tripulantes, hizo levantar su tienda y pasó el día disfrutando de las delicias del otoño canario, bañándose en la playa y tocando música. Pero al subir la marea el capitán inglés Greminston, que iba en un bote con diez soldados desembarcara algo alejado de la cabeza de playa. Los canarios cayeron en tromba sobre ellos y a base de palos y pedradas dejaron a nueve muertos y huyeron con los dos restantes hechos prisioneros. Entre los muertos estaba el capitán inglés. Este ataque imprevisto obliga a Drake a reembarcar sus tropas precipitadamente ante el temor de un ataque en masa, abandonando Gran Canaria aquella misma noche con dirección a la Gomera, donde acabó la provisión de agua sin ningún incidente.

   Los prisioneros suministraron información sobre quienes eran los atacantes y sus intenciones lo que permitió enviar un velero ligero a Panamá para prevenir a sus defensores. Ello dio lugar al fracaso de los varios ataques que llevó a cabo la Armada británica a dichos puertos, entre ellos al de San Juan de Puerto Rico. En las afueras de éste falleció, a bordo del Garland, el pirata John Hawkins, a consecuencia de una epidemia que se había declarado en la flota.


MAL ACABA LO QUE MAL EMPIEZA.

   A pesar de este suceso Drake continuó con sus planes de intentar capturar el tesoro Almacenado en San Juan, pero fue rechazado una vez más, con grandes pérdidas. En vista de lo sucedido, la Armada puso rumbo a Panamá, atacando Río de La Hacha y Cartagena de Indias. Drake ordenó desembarcar en Nombre de Dios pero no encontró tesoro alguno. Efectuó un nuevo desembarco en el istmo de Panamá para tratar de hacerse con el tesoro que transportaban las reatas de mulas, sin lograrlo.

   La disentería se había propagado con rapidez entre los tripulantes de los barcos. El 28 de enero de 1596, el pirata Francis Drake falleció a bordo del Defiance víctima de dicha enfermedad. Su cuerpo fue lanzado al mar en un ataud de plomo en las cercanías de Puerto Bello, Panamá.

   Baskerville, consciente de su incapacidad de continuar la misión encomendada, decide regresar a Inglaterra con las ocho naves que le quedan de las veintiocho que salieron de Plymouth en septiembre de 1595. El desastre llena de luto a Inglaterra. Drake, independientemente de su gran error al no dirigirse directamente al Caribe, pagó caro el desconocimiento que tenía de las fortificaciones y refuerzos que Felipe II había efectuado en los últimos años en todos sus dominios.

   La paz con Inglaterra no se consiguió hasta la muerte de Isabel I, a quien sucedió en el trono el Rey Jaime de Escocia, hijo de María Estuardo, que unió las coronas de Escocia e Inglaterra.

miércoles, 2 de diciembre de 2009

PRESENTACION

  El otro día en clase nos explicaba el profesor la creación de páginas webs, y para ello nombraba una herramienta ya extinta que en su momento se integraba en el Microsoft Office. Se trata del Frontpage, un editor de html que permitía hacer páginas webs con un mínimo conocimiento en programación. Si serían mínimos los requerimientos que yo mismo lo utilicé en su momento para hacer una pequeña página web que conseguí alojar en Geocities. La página, realizada en torno al 2000, estaba dedicada a la Orden de los Caballeros de San Juan del Hospital, posteriormente conocidos como Caballeros de Rodas y por último Caballeros de Malta. En ella tenía una pequeña reseña histórica de los Caballeros, su regla, sus grados militares e incluso un comentario sobre la Batalla de Arsuf en la que la caballería pesada cristiana tuvo un gran protagonismo al poner en fuga a la caballería ligera de Saladino. Hace años que me había olvidado de aquella página hasta que hablando del frontpage volví a recordarla, demasiado tarde. El portal Geocities cerró hace escasamente un mes, y con él todo vestigio de mi antigua página. Los Caballeros Hospitalarios pasaron al limbo de internet, pero mi pasión por la historia se mantuvo intacta, y por eso de cuando en cuando enviaba algún artículo de historia a un e-zine en el que colaboro maquetando y enviando algún relato.
  Para evitar que me pase con los artículos lo mismo que me pasó con la página de Geocities, voy a aprovechar este blog para compilarlos y mostrarlos a todo aquel que quiera leerlos. También colocaré algún relato, y un par de artículos de opinión. Espero que les guste.